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Asma Alérgica: Claves para Identificarla

El asma bronquial es una enfermedad crónica que produce el estrechamiento de las vías respiratorias. Los pacientes que lo sufren tienen dificultad para inhalar y exhalar el aire, pues sus bronquios se inflaman y aumenta la producción de mucosidad. Entre los síntomas más comunes están la tos, las sibilancias, la falta de aire y la opresión en el pecho.

Las crisis o episodios asmáticos pueden durar unos pocos minutos o extenderse durante horas y comienzan por diversos factores. Algunos desencadenantes son similares a los que producen alergias, como el polvo, el polen y los ácaros. Cuando es claro que el ataque inició por la reacción a una sustancia, hablamos de un tipo de asma inducido por alergia.

El asma alérgica es la forma de presentación más habitual, pero no la única. También existen otras variantes, cuyos desencadenantes no son sustancias que se consideren alérgenos. Por ejemplo, el estrés, las condiciones ambientales y el ejercicio son capaces de ocasionar crisis en ciertos pacientes.

¿Cómo es el asma alérgica?

Este tipo de asma es el más habitual. Sobre todo, en la niñez. Se estima que un 80 % de los niños con la enfermedad tienen la variante alérgica. Asimismo, casi la mitad de los adultos asmáticos en Estados Unidos la padecen por la misma causa.

La característica principal es que los síntomas inician o empeoran por la exposición a alguno de los siguientes alérgenos:

  • Polen
  • Moho
  • Ácaros del polvo
  • Esporas de hongos
  • Pelo de las mascotas
  • Heces de cucarachas
  • Alimentos, como lácteos y huevos
  • Productos químicos con fragancias potentes, como perfumes

Aunque estas sustancias no sean una amenaza en sí mismas para el cuerpo, el sistema inmunitario las interpreta como extrañas y agresivas, por lo que genera reacciones para defenderse. En especial, hay inflamación en los bronquios, lo que puede derivar en un episodio de crisis. A la par, es posible que se experimenten síntomas típicos alérgicos, como congestión nasal, hinchazón de ojos y erupciones cutáneas.

¿En qué se diferencia de otros tipos de asma?

El asma no alérgica o intrínseca es otra variante de la enfermedad con síntomas similares. Pero, a diferencia de la forma alérgica, se activa a partir de factores distintos. En general, ambientales, como la humedad, el aire frío y seco, la contaminación o el humo del tabaco.

También pueden desencadenarse crisis por estrés, por desequilibrios hormonales y hasta por tener predisposición genética. Haber padecido infecciones respiratorias severas o a repetición es un factor de riesgo.

Al contrario de la forma alérgica, el asma intrínseca se presenta más entre personas adultas, con mayor frecuencia a partir de los 35 años y en mujeres. Entre un 10 % y un 33 % de los pacientes con asma tienen esta variante. Para ser más precisos, según una recopilación de datos desarrollada en Finlandia, la mayoría de los casos que surgen a partir de los 40 años no son alérgicos.

Cómo reconocer si tu asma tiene origen en una alergia

Para identificar al asma alérgica, lo primero es determinar si el contacto con ciertas sustancias desarrolla episodios de manera evidente. O, también, si estos alérgenos, cuando están cerca de nosotros, empeoran los síntomas.

Puede ser útil llevar un registro del momento, el lugar y los posibles detonantes con los que contactamos al padecer una crisis asmática. Sin embargo, hay casos complejos, puesto que no siempre las sustancias son visibles o notorias. Los ácaros, por ejemplo, habitan en los hogares y resulta difícil certificar su presencia.

En todo caso, si tienes dudas de tus síntomas o sospechas que uno de tus hijos tiene la enfermedad, programa una consulta con un especialista alergólogo. El médico realizará pruebas de punción cutánea o análisis de sangre para identificar a qué se es alérgico.

¿Cómo es el tratamiento?

El abordaje es similar al de otros tipos de asma. Los medicamentos de elección son los conocidos como antiasmáticos:

  • Inmunoterapia
  • Antihistamínicos
  • Antiinflamatorios
  • Broncodilatadores
  • Antagonistas de los receptores de leucotrienos

Muchos de estos fármacos se usan a través de inhaladores, antes o durante el episodio. Será el médico quien indique las mejores opciones para el tratamiento diario y las alternativas a utilizar cuando haya una crisis.

Además, existen otras estrategias que ayudan a controlar los síntomas, en caso de no tener el inhalador cerca. Entre ellas, mantenerse erguido, regular la respiración con técnicas adecuadas y practicar visualizaciones positivas.

Algunos remedios caseros para aliviar los síntomas, como la cafeína, el apio o el aceite de eucalipto, pueden contribuir. Sin embargo, ante un ataque, es muy importante alejarse del alérgeno desencadenante.

Y, en pos de prevenir futuras crisis, se recomienda tomar algunas precauciones para evitar el contacto con los factores de riesgo. Por ejemplo:

  • Quitar el polvo de los muebles con regularidad.
  • Reducir el uso de productos perfumados aromatizados para el ambiente.
  • Evitar que las mascotas ingresen en las habitaciones y se suban a las camas.
  • No salir al aire libre cuando se anuncia que el conteo de polen o la contaminación del aire están elevadas.

Identifica los desencadenantes para mejorar tu calidad de vida

El asma alérgica es el tipo más común de asma bronquial. Los pacientes con la enfermedad tienen que poner mucha atención a las sustancias o circunstancias que provocan las crisis y los ataques. Reducir la exposición a los factores de riesgo es la mejor manera de evitar complicaciones.

No obstante, ten en cuenta que no todas las personas con alergias son asmáticas. Aunque sí tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad en el futuro. Asimismo, no todos los que viven con asma sufren alergias.

En cualquier caso, es de mucha ayuda tener el registro de alérgenos para compartirlo con el médico. Con esa información, más allá de las pruebas de alergia, el profesional puede darte las recomendaciones específicas para prevenir los ataques.